La Voz de Galicia
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Hay señales irrefutables de que estamos en una época de cambios profundos y acelerados  que no sabemos a dónde nos llevan y cuyas consecuencias son difíciles de predecir incluso para los pensadores y ensayistas más convincentes.

Contradicciones de discursos que desvelan un cortoplacismo mental y la falta de pensamientos sólidos que marquen una ruta.

Se puede prohibir la venta de alcohol a menores para proteger su salud y al mismo tiempo presentar propuestas de Ley que garanticen el derecho de los niños y niñas «trans» a iniciar un cambio de sexo sin necesidad de permiso paterno que, de ser cierto, probablemente sea el mayor dislate psiquiátrico que he oído en cuarenta años de ejercicio.

Se pueden inundar los medios de mensajes promocionando  el negocio de la salud y la felicidad  y al mismo tiempo, fomentar la producción de jóvenes ludópatas enganchados a las apuestas on-line o una  legión de desdichados que sufren la frustración  con el dolor una pérdida cuando se dan cuenta de que el  «Do it »  no siempre es posible.

La ofensiva de géneros que se ha desatado últimamente también es contradictoria, las reivindicaciones del primer feminismo fueron : el derecho al voto, autonomía patrimonial, libre elección de pareja, profesión u oficio, acceder a la educación superior y decidir sobre su propio cuerpo. Todo esto ya se ha logrado. El  feminismo radical de hoy reivindica: abolir la depilación, criminalizar los halagos, destruir las diferencias entre masculino y femenino, idealizar la sangre menstrual y educar a los hijos en la tribu y satanizar el amor romántico.

Decía Arcadi Espada  al respecto, que la igualdad que se reivindicaba en el primer feminismo ya se había alcanzado y que la movilizaciones de hoy no son sino huelgas contra la vida, ya que no quedan leyes importantes por implementar. La embriaguez ha llegado a tal extremo que ya no hay ninguna trinchera que conquistar en los derechos de género salvo violentando la naturaleza humana. Pero a la naturaleza humana sólo la para los símbolos – ya sean religiosos, ideológicos o ateos- que señalen Ley severa a respetar.

Esta nueva religión machofoba en desarrollo está convirtiendo a los hombres en potenciales blasfemos que a nada que despisten una mirada o un halago van de cabeza a la hoguera. Resulta contradictorio, sinembargo con el discurso que escucho en muchas mujeres jóvenes, bonitas, profesionales e independientes en todos los aspectos que no encuentran pareja y preguntan: ¿es que ya no quedan hombres de verdad?

La respuesta es que ese tipo de hombres pertenece al viejo paradigma de la masculinidad que ya no rige en el mundo que reivindican, ese tipo de hombres son una blasfemia para el nuevo paradigma.

Triunfa Ronaldo pierde  Woddy Allen.