La Voz de Galicia
Seleccionar página

Menos mal hacen los delincuentes que un mal juez.

(Quevedo)

 

W.R.Werner, un alto ejecutivo holandés afincado en España ha publicado » It is not what it is, The real (s)pain of Europe», que viene a decir : «Esto es lo que hay, el verdadero peligro de España en Europa». En casi 400 páginas identifica nuestras debilidades y el riesgo que las mismas suponen para la Europa a la que pertenecemos. El texto resulta antipático para cualquier aborigen porque hace bueno el refrán: «de los tuyos hablarás pero no oirás». Werner señala siete defectos principales: nos falta información de lo que ocurre a nuestro alrededor, no tenemos cultura financiera, nadie asume responsabilidades ni riesgos a la hora de adaptarnos a los cambios, somos cortoplacistas y decidimos sobre la marcha y los servicios que ofrecen nuestras empresas y administraciones son un auténtico desastre.

Se apoya -experiencia personal a parte- en cifras contundentes cuya fuente no cita: sólo un 7% de la población habla un inglés fluido a pesar de que el 10% del P.I.B proviene del turismo, el 50% de los españoles no ha finalizado la educación secundaria, el 78% declaran no ser felices en sus trabajos y las empresas pierden 25.500 millones anuales por absentismo laboral. Afirma que esta cifras son insólitas en el resto de la Europa, igual que cosas tales como el tres por ciento, las tarjetas Black, la siesta pijamera o los préstamos de bancos arruinados para fichar futbolistas.

Afirma que la corrupción generalizada que padecemos se debe a que nadie asume responsabilidades y a una enorme falta de «ética occidental» que ejemplifica en una frase incomprensible fuera de nuestras fronteras: «Hecha le Ley, hecha la trampa».

Critica nuestra educación cuando dice que aquí la gente va a clase a tomar apuntes sin establecer una interacción real con el profesor, detalle que relaciona con la alta tasa de fracaso escolar.

Todos estos argumentos le sirven al holandés para alertar de que siendo como somos la cuarta potencia económica de la UE, somos un peligro latente para su estabilidad.

Al preguntarle si a parte de la gastronomía, la alegría, el clima o el paisaje veía alguna virtud entre nosotros, afirma que los mediterráneos somos gente muy inclinada a ayudar al prójimo, con unos lazos sociales muy fuertes y una tendencia a echar un capote al otro si lo necesita.

Razón le asiste y no cabe duda de que tenemos todos esos defectos y que se deben y se pueden corregir.

Lo  que un calvinista como él nunca entenderá, es que es esa solidaridad compulsiva del sur lo único que puede salvar a Europa.

Tan difícil, como explicarle a un efímero tulipán lo viejos que son los olivos.