La Voz de Galicia
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Ya solo era un anciana que daba razón al poeta que afirmaba que mejor vida es morir que vivir muerto.

En la vejez, como en la vida, es más fácil añadir lo que falta que  quitar lo que sobra; se puede añadir coraje y ganas de vivir pero no se pueden quitar los años ni su deterioro implacable.

Bravura no le faltó porque morir habiendo sobrevivido noventa y seis años a nuestra historia reciente requiere valor, resignación e inteligencia a partes iguales.

Ver teñirse de sangre las aguas del Ebro en la penúltima batalla final de nuestra leyenda , temblar con su frágil cuerpo adolescente sirviendo el té a  moros,  milicianos y legionarios que tomaron su casa como refugio de combatientes y aprender a guardar silencio cuando la sinfonía de morteros zapateaban su escondite, requiere el valor de un héroe y la tenacidad de una superviviente.

Parir y educar con éxito a cuatro hijos en tiempos de cartillas de racionamiento y favores de estraperlo y vivir toda la vida con la angustia del recuerdo de una realidad  que los demás no conocimos ni si quiera imaginamos, también.

El ánimo que piensa en lo que se puede temer acaba temiendo lo que puede pensar, por eso la vejez se tiñe de desasosiego pero – afortunadamente – hoy la medicina tiene  remedios que  pueden aplacar las emociones que desata el haber vivido casi un siglo.

Un prólogo de tal calibre hace fácil admirar a quien al tiempo que zurcía unas medias en un huevo de madera, hacía unas rosquillas imposible o calentaba las gotas del mal de oídos entre sus pechos con el cariño y la minuciosidad de un orfebre. Los gestos son como las monedas, que una vale por muchas y muchas no valen por una.

No se ganan, se heredan, elegancia y blasón, y es verdad cierta que el genio y la figura llega hasta la sepultura. Se fue con la misma piel y el mismo porte con el que vivió a pesar de la herrumbre que el vivir acumula en el cuerpo y en el alma.

Su muerte vale una liberación y paga una generación memorable que desaparece, son ya poc@s los que conocieron la guerra, los tiempos oscuros y el derrumbe de los valores e ideales que dirigieron su vida, fieles a los mismos y con rumbo seguro.

Pocos quedan de aquellos y aquellas que supieron soportar los rigores de una España en blanco y negro, roja y azul,.

«Serán cenizas, pero tendrán sentido…», un sentido taraceado en los genes de sus hijos y en los memes de quienes la conocieron, la quisieron y  la cuidaron.

Con todo cariño, respeto y agradecimiento, descansa en paz.