La Voz de Galicia
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La matraca es un instrumento medieval de origen árabe ( «tarak») parecido a una carraca pero del tamaño de un organillo, que al hacerlo girar produce un ruido estridente, molesto y repetitivo generado por unos mazos de madera que golpean sobre una tabla. Se utilizaba en los conventos para convocar a maitines y durante la semana santa para llamar a los fieles a los oficios ya que en esa época no se pueden tañer las campanas. El término quedó acuñado para referirse a algo incomodo, pesado, insoportable…con una connotación de intensidad mayor a sinónimos tales como «dar la tabarra» ( de tábano o mosca cojonera) o «dar la murga» (música estridente y repetitiva de las charangas). Todos los idiomas poseen términos semejantes para referirse a algo aburrido, reiterativo e insoportable, pero es el idioma castellano el único que posee un término singular, más preciso e inexistente en otras lenguas, que significa de forma clara y contundente lo que supone dar la matraca que es » dar el coñazo».

  1. Pancracio Beltrán en su Inventario general de insultos, lo define de la siguiente forma: se dice de quien es insoportablemente pesado y pelma. El coñazo, incansable en su manía de dar la lata echa más horas que un sereno. No faltan teorías para explicar el término, pero probablemente la más acertada es la que viene de la exclamación !coño!, propia de quien ya ha soportado y aguantado bastante y que, fuera de sí, casi loco por la tabarra e insistencia del pelmazo, sale de sus casillas y lanza al aire a modo de liberación un «!coño, deja ya de dar el coñazo! El personaje del pelma, el plomo o pesado es internacional pero calificarlo de «coñazo» es un logro y una conquista netamente hispánica.

El incidente ocurrido en la cárcel de Soto del Real con el preso de confianza asignado al presidente de la Asamblea Nacional de Cataluña, el señor Jordi Sánchez, es la expresión más sincera de lo que a una inmensa cantidad de gente le pasa con el mono tema del procés que llevamos soportando todo el año – y lo que nos queda-.

Los presos de confianza suelen elegirse entre los internos más tranquilos y de buen carácter, por eso sorprende la descarnada petición de ser liberado de su función porque que ya no podía más con la matraca independentista del reiterativo Jordi que para él, estaba suponiendo una doble condena insufrible.

Ignoro si el término utilizado en la queja del preso de confianza al dimitir fue el de matraca, pero de lo que no me cabe duda, es que debió de quedarse afónico diciéndole al vehemente Jordi que es un auténtico coñazo.

Pues eso.