La Voz de Galicia
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«Era tan emocionante ver a aquellas personas que no tenían nada y parecían tan felices.» Un turista cualquiera.

 

El planeta se está quedando pequeño y la intensidad de las emociones también, quizás por eso para muchos turistas del llamado primer mundo, los viajes exóticos han dejado de ser  suficientemente interesantes y buscan emociones más intensas que retratar con el móvil y subirlas al faceboock para que familiares y amigos admiren sus hazañas de Coronel Tapioca o Indiana Jones montado en una buseta con aire acondicionado,  aunque en este afán caigan en la actitud más humanamente indecorosa . Quieren ver la mierda, pero no meter la cabeza dentro ni sufrir sus consecuencias.

Este nuevo turismo de la miseria que ofrece tours por los barrios más  desposeídos del planeta se presenta como un «turismo de realidad», cuando en realidad lo que ofrece no sea más que la visualización en platea de una película gore en la que el visitante es un mero espectador de la desdicha, eso sí, muy real para quien la padece y tiene que sufrir la mirada temerosa y distante de quienes van a visitarlos como si fueran copito de nieve o a la vaca Paca que tiene siete patas.

La favela de Rocinha en Rio de Janeiro dónde viven más de 80.000 almas envueltas en violencia, miseria, droga es uno de estos destinos de «realidad» en el que hace unos días una compatriota se encontró con la verdad  que quería husmear: una bala en la yugular,  igual que otro turista italiano tiroteado en la favela de Morros dos Praceres hace un año.

No sólo se vende por 25 euros la realidad de Rocinha, también la dignidad  de Sowetto en Sudafrica, la de los «slums»- el lumpen más paupérrimo de la India-, la del barrio de Kiberia en Nairobi donde habitan entre chabolas de lata y excrementos más de un millón de personas y tantos otros lugares donde. mientras estos «audaces» viajeros de la miseria sacan sus fotos, sus habitantes no saben si podrán sobrevivir a ese día de tour turístico..

El último morbo denigrante ofertado para este tipo de buscadores de emociones es el Emoya, un lujoso resort de Sudafrica, en el que han recreado un típico poblado miserable de la zona dónde los huéspedes pueden pasar una noche durmiendo en una chabola y ver auténticas peleas de pandilleros al anochecer, eso sí, con absoluta seguridad.

Respeto viene de «respicere: mirar», pero mirar al otro en su individualidad única, compadecerse («sufrir con») , ayudar, preocuparse por su bienestar, todo lo contrario a su explotación como atracción turística.

No hay nada más despreciable que el miedo sin riesgo y el falso respeto  que provoca el morbo.