La Voz de Galicia
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En medio de este  final agónico de verano desconcertante en noticias, sucesos, tormentas y despacitos, se ha colado una noticia diminuta que no deja de ser fabulosa: la presencia  de una hormiga paseando con ese tumbao de robot atáxico que tienen las hormigas al caminar, dentro de la vitrina  estanca que guarda el busto de la Dama de Elche en el Museo Arqueológico Nacional. La  joya del arte ibérico  del siglo V a. C. protegida por las más sofisticadas medidas de seguridad y controles medioambientales, veía pasearse por su antiquísima nariz a una intrépida, despreocupada y tenaz hormiga.

Las hormigas son fascinantes por  la fidelidad insobornable con que se entregan  a su programa genético; son solidarias, organizadas, «bienmandás» y de una voluntad pétrea.

Si a una sola hormiga se le mete en la cabeza que tiene que ir a explorar el más allá no hay quien la pare, únicamente que la aplasten como a una hormiga durante su particular aventura.

No fue este el caso de la hormiga de la Dama que fue capaz de colarse por un agujero del Ministerio del Tiempo para husmear lo que había hace veinte y seis siglos. Asombroso!

La hazaña es doblemente épica porque a la valentía que se requiere para atreverse a cruzar el tiempo, ha de añadirse la audacia necesaria  para eludir y derribar el tótem de la seguridad tecnologíca y científica que tanto nos enorgullece, las revisiones periódicas, los certificados oficiales,  los protocolos de prevención de riesgos y los expertos en seguridad.

Nadie piensa en una hormiga cuando planifica su defensa, por eso vencen, porque  nadie sospecha que algo tan pequeño pueda sobrepasar un tinglado tan grande; sólo hay que ver la cara de pulgón  que se les ha quedado a un nutrido números de funcionarios y técnicos de puturrú que no aciertan a dar una explicación solvente de la proeza que les dejó a todos con el culo al aire.

Siempre pasa lo mismo, sofisticado armamento defensivo que queda obsoleto frente a una furgona pilotada por una hormiga fanática. Flotas colosales destruidas por un imprevisto viento Kamikaze, hombres y mujeres insobornables desarbolados por una sola mirada de lujuria.

La hormiga es un ejemplo de estrategia. La táctica consiste en saber elegir la mejor opción, la estrategia en saber qué hacer  cuando no hay nada que hacer.

La hormiga de la Dama es una cura de humildad para estos tiempos en los que lo que vende es lo exageradamente grande, los miles de «me gusta» en las redes sociales, los centros comerciales faraónicos, los conciertos multitudinarios, los records Guiness, el tenesmo tecnológico aplicado a todos los aspectos de nuestra vida,  la enorme soberbia humana…

Preguntarle a las hormigas.