La Voz de Galicia
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Verano  propicio para estar  con amigos, charlar y ponerse hasta más allá de lo inocuo rebasada cierta edad donde los excesos pagan una cuota más cara en el fielato de las resacas, igual que los seguros, que cuando más lo necesitas más costosos resultan.

Pero merece la pena espabilar el sentido hablando con gente diferente a los habitantes habituales de las rutina invernales.

Recientemente una velada  con entrañables amigos de  la llamada generación del «baby-boom» – rango de edad entre los cuarenta y setenta años- resultó estimulante.

Los baby-booms son hijos de posguerras , de esa época en que no había mucho tiempo ni dinero que perder comprando fantasías y entretenimientos, tiempo en que los niños eran un bien de producción y de inversión, no de lujo y consumo como lo  son   hoy en día.

Gentes que merendaban bocadillos de chocolate grumoso, compraban regaliz, pipas y bazukkas de fresa en las extintas  piperas.

Gentes más de compartir saliva y sudor  que de comunicarse por wasap y que, con la que ha caído,  siguen abrazados a sus ideas como a una tabla de salvación, que es para lo que sirven los ideales.

Los baby-booners no jugaron con casi nada que no pudieran construir ellos mismos: aros, pelotas, muñecas de trapo, tacones, cuerdas y tizas que nunca se quedaron si batería.

Gentes que aguantaron los capones, los tirones de patillas o las ostias directamente de sus mayores mientras soñaban cambiar el mundo y conquistar la libertad.

Los baby booms son más de asamblea, de  música de los sesenta a los ochenta, que es quizás la última música clásica: Beatles, Rolling Clapton , Dylan… Y todas esas joyas  las compusieron siendo una generación reprimida y mal follada que, además de la democracia, también conquistaron la libertad sexual . El  mecanismo que convierte la pulsión sexual en obra de arte es lo que Freud llamó sublimación y debe ser eso lo que produjo tal explosión de talento.

Los baby-booners que leían a Freud, Marcusse, Lovecraft o Sartre, siguen creyendo en el buen salvaje y  observan incrédulos cómo sus retoños -nacidos en el mundo que  cambiaron-  se rebelan contra ellos ninguneando sus conquistas y queriéndoles engañar con preferentes o revoluciones bolivarianas.

Soportaron la tiranía de los padres y ahora soportan la de sus hijos. Lucharon por independizarse del padre y ahora luchan por hacerlo de sus hijos. Para ellos su afán era irse de casa, para sus crías quedarse a mesa puesta.

Pero los  baby-boom son hombres y mujeres indomables que resisten  lo efímero manteniéndose  fieles a los ideales a pesar de su denostada revolución y las modas.

Capaces de salir de copas y seguir pidiendo sin pudor  un «Ginkasdelarios».

Con un par.