La Voz de Galicia
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«Tres condiciones se precisan para ser feliz: ser un imbécil, ser un egoísta y gozar de buena salud .Cuando falta la primera todo está perdido». Flaubert.

Se veía venir la deflagración de la pareja David Bustamante y Paula Echevarría  tanto como la de Brat Pitt y Angelina, la de Alba Carrillo y Feliciano y  la de todas las parejas que se presentan ante el mundo como ejemplarmente  guapos,  felices,  padres y enamorados.

En la felicidad y en la pena conviene ser prudentes a la hora de proclamarla urbi et orbe, el público admira  tanto como odia lo que no tiene y tarde o temprano vengará su envidia devorando los despojos del drama en la prensa rosa.

La segunda razón para la prudencia es que cuando te creas la obligación de ser permanentemente feliz  estás comprando todos los boletos para la infelicidad. Ningún ser vivo puede soportar una vida entera de felicidad; sería un infierno de vida, afirmaba el infeliz Bernard Shaw y tenía razón.

Cuando se es verdaderamente feliz es cuando más discreto se ha de ser  para que – como señala el aforismo del cartelito del loro que cuelga por ahí- no venga nadie y lo joda.

Estas parejas ejemplares empalagosas  en la exhibición pública de su felicidad, están condenadas a que cualquier momento rancho dinamite la película de Disney que se han montado y se queden sin personaje.

La exposición de una felicidad exultante es  insultante  para los infelices y  abruma a los felices que sienten rubor al mostrarla.

Cabrían algunas pistas útiles para prever estos estallidos: desconfíe de aquellas parejas que necesitan siempre mucho público para mantenerse estables; desconfíe de aquellos individuos que se abren en canal mostrando  una felicidad completa en pareja, sólo los necios pueden creerse invulnerables a una pasión,  un desengaño,  una decepción, unos celos o un aburrimiento.

Hay aspectos de la relación en pareja que sólo se pueden hablar delante de un  abogado y la felicidad conyugal es una de ellas.

En el acoso  a Paula Echevarría para que cantara su drama, no paraba de repetir siempre lo mismo, que » se puede comprobar lo bien que estoy en mis redes sociales».

Curioso fenómeno éste nuevo ser humano bimodular que desmiente su infelicidad en el mundo real y lo prueba enseñando lo feliz que está  en el virtual.

Actualmente hay mucha gente que huye de su desdicha cotidiana mostrando una vida radiante en el Facebock o instagran. Y cuantos más «me gustas» tenga más feliz está.

El coktel de reproches, exigencias, engaños, decepciones. egoísmos y «arroutadas» -en su justa proporción- resulta nutritivo para la pareja al posibilitar la  felicidad del reencuentro.

Pero también es verdad que cargarlo demasiado es el fin.