La Voz de Galicia
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Probablemente serán muchos los lectores que estén disfrutando del desayuno con el periódico en este momento. El domingo es el día en que  desayuno y  periódico resultan extraordinarios.

 

Cosa importante esta del desayuno al que no solemos dar la importancia que merece. Y no me refiero sólo a las virtudes que aporta al organismo, me refiero al sentido etimológico del mismo.

 

En inglés lo llaman “break-fast”: comida después de la pausa; en francés “pêtite dejeneur”, comida breve y aquí lo entendemos como  dejar de ayunar. Es decir, casi todas las lenguas hablan de él como de algo que viene a finalizar una pausa, una carencia o un vacío. Se entiende entonces que sea una cosa digna de tener en consideración.

 

Ejemplo de lo singular del desayuno es que no es algo que se pueda compartir con todo el mundo, de hecho todos conocemos gente con la que podríamos comer o cenar pero no desayunar y gentes con las que nos encantaría, sobre todo, desayunar. Hay desayunos tan inolvidables como la mejor cena romántica y desayunos que duran toda una vida.

 

Es contradictorio sin embargo observar cómo la mayoría de la gente parece descubrir el desayuno sólo cuando lo disfruta fuera del domicilio.

 

Que te traigan un buen desayuno a casa -ya existen empresas que ofertan este servicio- y retozar con él como un lirón en un cesto después de una noche intensa  puede ser mucho más placentero e intenso que una cena con velitas y  satén.

Hay que aprender a desayunar bien porque todos los conocimientos que tenemos acerca de las claves de nuestro bienestar lo recomiendan. El desayuno es un placer que hay que disfrutar despierto y sin legañas, no vale un café al paso o un cola cao con galletas.

 

Ni inglés ni continental, ni vegetariano, ni light: desayuno  Nostrum.

 

España tiene una seña de identidad patentada en su desayuno que es el churro. El churro es de los pocos paradigmas simbólicos que aún nos quedan a los españoles de todas las naciones, autonomías, provincias o como quieran llamarle. El churro es un holograma de nuestra cultura culinaria en el que se amasan los fundamentos más ancestrales: harina, leche, agua, sal, azúcar y aceite de oliva.

 

El invento del desayuno mediterráneo, con o sin churros, es un hallazgo gastronómico  cultural: un par de rebanadas de pan tostado –pintadas o no con tomate-, sal y un chorrito del mejor oro líquido del mundo; acompáñese con unas lonchas de jamón ibérico, esa cumbre de la alquimia patria, el producto insuperable y bondadoso que a nadie sienta mal. Fruta al gusto y una naranja obligada que para eso son tan nuestras.

No se olvide pagar.

Pura vida.