La Voz de Galicia
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Ingrid es la novia  del Capitán Trueno, me permito tomar su nombre para ilustrar un tipo de mujer que últimamente se ve mucho en el mundo de la pos verdad y en las consultas “psi”.

Se trata de mujeres jóvenes que salen con uno de tantos chavalotes que pueblan nuestros bares y a quienes lo que más les motiva a la hora de divertirse, es salir con los amigos a cocerse como piojos en alcohol, cocaína y demás drogas hasta bien entrado el amanecer.

Para ellos el plan tiene su atractivo -los hombres siempre han sentido pasión por el alcohol y las broncas-. Para las chicas, sin embargo, la diversión no suele pasar de la contemplación asombrada de cómo los hombres pueden divertirse de una forma tan insolente; algunas llegan a integrarse perfectamente asumiendo el rol de amazona urbana y participan en la divertida carrera del coma etílico y los desfases absurdos; otras optan simplemente por sobornarse al beneficio de ser la chica de un Capitán Trueno,  resignándose al papel de acompañante pasiva y descanso del guerrero. La cómplice dureza del amo las hace sentir importantes.

Es por eso que estas Sigrids de la vida aguantan brindis, broncas y babas con una presencia de ánimo sorprendente, convencidas de que si quieres ser princesa, te toca pagar las multas del macho alfa.

Sufren miedo, celos, humillaciones, resacas y tardan en darse cuenta de que su malestar se debe al profundo sufrimiento preventivo  que produce compartir la vida con el héroe. Y los Truenos ni se enteran ni quieren enterarse, porque bastante tienen con seguir vociferando para conservar el poder en la relación y con recuperarse de la última tajada de alcohol duro y sexo blando, de la partida de golf o del paseo en yate. El Capitán Trueno no tiene clases ni edad, cualquiera puede serlo.

Estas mujeres que se desviven por serlo todo para él acaban siendo nada para nadie, su identidad depende del otro. Éste es el tormento de Sigrid: darle boleta y salir del infierno o darle mimitos y acabar asesinada psíquica y físicamente; ése es el dilema: el miedo a liberarse y tener que reconstruirse o  someterse del todo.

Los  crímenes de género son cosa de dos y no sólo de un desalmado Capitán Trueno.

Se está pretendiendo hacer un retrato robot del maltratador y la víctima como medida de prevención y ojalá lo consigan, pero me malicio cómo se pueden discriminar estos rasgos cuando todos, damas y caballeros, los tenemos en potencia; porque no sólo son los hematomas, son las palabras que las que hieren como dagas. Todas las parejas se dicen a veces  cosas que destruyen o llegan a matar.

Sean cuidadosos.