La Voz de Galicia
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Humberto Eco me hacía reflexionar en un artículo acerca de lo extraño que  resultaría  para cualquier niño de hoy  vivir en un clima como el que  teníamos antes. Entonces no existían otoños primaverales como éste ni primaveras invernales como la pasada; no  se veían brotar las acacias en diciembre ni las camelias en mayo, no existen  aquellos fríos adornados de sabañones ni se podían  comprar castañas asadas a una castañera en camiseta.

Eco se preguntaba entre otras cosas, cómo entendería un niño de hoy el sentido de las sensaciones que inspiraron las cuatro estaciones de Vivaldi.

Y es que ya no importa que el señor Trump ponga a un petrolero  de centinela para vigilar el cambio climático del planeta, da igual. No se puede desviar la trayectoria de la flecha cuando ya está en el aire.

El cambio  se ha producido a todos los niveles -no sólo el climático- y  salvo los niños, todos estamos en proceso de adaptación. Adaptarse a este clima indeterminado que vivimos que cohabita con   hipermercados llenos de todo, todo el año. Las estaciones se vuelven borrosas y teniéndolo todo en cualquier momento  se pierde el contexto de las cosas, desaparecen los signos naturales -las cerezas o  los boniatos- que  te orientaban en el ritmo y las pausas del tiempo. Fuera de contexto las cosas no significan nada.

Cuando la vida se descontextualiza, suceden cosas como el  último anuncio de una importante compañía telefónica que se vende con este  singular slogan suicida: «Elige todo». También hay loterías y bancos que alientan a lo mismo.

Todo a todas horas  no se puede ni se debe tener. Si algún incauto cree que puede tenerlo todo no tendrá nada. Lo que no pueda tener le frustrará de tal forma que nunca podrá ser feliz. El que se crea que lo tiene todo se volverá susceptible y paranoico,  atormentándose la vida temiendo robos y envidias.

Tenerlo todo es como llegar a Itaca  y ya se sabe que Itaca nunca es como uno la sueña, la vida es mucho más aburrida sin sirenas ni polifemos.

No les hagan caso, no es buen negocio eso de tenerlo todo, es más bien una muerte psíquica sutil y retardada. No desear nada es lo que predican todas las religiones serias como clave para lograr la felicidad, pero una cosa es no desear nada teniendo poco y otra no desear nada cuando te crees que lo tienes todo, que es lo que late en el ambiente borroso que vivimos. Una es una opción, la otra una autoimposición que se vuelve un  castigo, los castigos  culpas  y éstas  nos hunden en la depresión.

El placer no está en el todo sino en la falta.