La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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O Grove. Parece ser que va a llover de lo lindo en los próximos días. Así que aprovechamos para hacer una salida pequeña, ocho kilómetros ida y vuelta por la zona menos conocida de la costa de O Grove. Una ruta que coincide en parte con una oficial y que yo publiqué en el 2013 en mi libro de itinerarios por Galicia adelante.

Ni siquiera en verano está aquello plagado. El larguísimo y bellísimo paseo de madera es muy concurrido, pero sin agobios. Un par de piezas que acabaron destrozadas han sido recientemente repuestas, pero queda por hacer un pequeño trabajo: algunos tornillos de la plataforma han ido saliendo un poco, y se tropieza con ellos. Alguien debe hacer ese recorrido y apretarlos. Tampoco son tantos, de manera que en una jornada un operario de mantenimiento solventa el problema.

Lo que me pareció alucinante es que el Ejército haya reforzado la alambrada que define sus propiedades. Un anacronismo total: los cañones se ven llenos de óxido, no operativos, y en caso de conflicto nadie atacará en plan película de la Segunda Guerra Mundial, arrastrándose y cortando las alambradas: desde un millar de kilómetros de distancia se envía un misil de crucero y asunto arreglado. Pero el anacronismo roza la agresión -visual, moral- cuando compruebo que la nueva alambrada no tiene pinchos y púas, sino concertinas, esas afiladas cuchillas que también han sido colocadas en las verjas de Ceuta y Melilla para que no se cuelen los inmigrantes ilegales. Alguien no tiene más en que pensar…

Claro que el problema principal de la ruta no es ese, sino la suciedad que se acumula en los arenales. Teniendo en cuenta que por allí pasamos muy pocos, la deducción es que todo procede del mar, al cual sí que tiramos lo primero que tenemos a mano. Dejando claro que además de agresores somos unos cerdos (y ya ven, lo digo como si yo lo hiciese para que nadie se ofenda por la claridad del término), eso hay que limpiarlo. Pedir que se formen brigadas de voluntarios de O Grove que cobren el paro es predicar en el desierto, al menos aquellos que en primer lugar se benefician del turismo se organicen, se remanguen y dejen eso impoluto. A mano, porque máquinas no entran. Un trabajo ejemplar que haga ponerse colorado de vergüenza a quien no participe. Y los más beneficiados del turismo son los hosteleros. Esos que abren sus puertas y llenan la caja en verano. Es hora de que demuestren que cuidan su negocio. Porque si no lo hacen, por lo menos que tengan la dignidad de callarse si luego el negocio no va a mejor.