La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Red Natura del río Tambre. Me van a perdonar los magníficos alcaldes que tienen algunos municipios de Galicia, pero a algunos los carga el diablo. Y no hablo de los especuladores corruptos, que, aunque no se lo crean, también los hay en esta Galicia nuestra. Carentes del mínimo liderazgo exigible para ocupar el cargo, se limitan a decir amén a los vecinos para que no cambien el voto. Pero son estos, los vecinos, los que tiran del carro del feísmo, el abandono y, también el algunos casos, del caciquismo, antesala de la corrupción y mal endémico por estos lares.

Viene lo anterior a cuento porque he aprovechado el día y me he ido a ver la colegiata de Iria Flavia, el gran centro religioso y político de Galicia antes del emerger de Santiago. Por su parte trasera pasa el Camino de Santiago, vulgar y cementado. Nada nuevo. Pero lo nuevo es el abandono del entorno inmediato, con la hierba no sólo creciendo lo que le da la real gana sino también tapando el magnífico muestrario -auténtico museo- de lápidas medievales, muchas de las cuales fueron encontradas hace 30 ó 40 años allí mismo pero bajo tierra. ¿Responsabilidad de la Xunta? No. ¿Del alcalde? En la medida en que le falta capacidad de liderazgo. ¿De la Iglesia católica? Tres cuartos de lo  mismo para el párroco. ¿De los vecinos? Sin duda. Porque las iglesias son de los vecinos, no de la Iglesia. Así lo sienten ellos, y a veces lo hacen notar con huelgas de misa, por ejemplo, porque entienden que el cura no cuida bien el edificio. Pero, ¿por qué esos mismo vecinos no quedan una tarde y con un par de maquinitas cortacéspedes y un par de fouciños no dejan aquello impecable? Este país no se mima a sí mismo. Así nos va.