La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Pidre (Palas de Rei). Tras 270 kilómetros por la Ribeira Sacra recalo, lleno de sudor y algo cansado, en A Parada das Bestas, donde tengo suerte: hay una primera comunión, así que me instalo debajo de un carballo, mesa y sillas, mantel y albariño. María, que no pierde la sonrisa a pesar de que no para, me pone un corderito excelente como sólo ella sabe prepararlo, mientras los tres perros se extienden pacientemente en la hierba, a la sombra también, sabiendo que al fin algo les caerá, porque en la casa grande, el que no come, lambe.

Pero yo he venido a por un helado. Necesito un helado. Así que Envidia cochina (sí, ese es el nombre del albariño) y cordero dejan paso a una de esas creaciones gloriosas en las cuales tiene algo que ver también Milhulloa, la premiada cooperativa ecológica que dista media docena de kilómetros.

María sabe mis gustos. Y es que nos conocemos desde 1997, cuando ella y Suso acababan de abrir y A Parada das Bestas era un desierto. Desde entonces hasta hoy, con la mediática estancia de Gwyneth Paltrow por medio, un camino de mucho esfuerzo pero también de éxito. Un ejemplo del turismo de calidad que necesita Galicia.

Por cierto, las webs de A Parada das Bestas y Milhulloa necesitan un lifting.