La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Grafham. Algo estaba fuera de sitio. Di una vuelta, y otra, y otra. Tenía que hallarse al final a la izquierda, cerca de la esquina. O al menos allá me fui automáticamente, y mi automatismo rara vez me engaña, son muchos años educándolo. Pero algo no me cuadraba. La tumba, simplemente, no está. Hasta empecé a ponerme nervioso y acabé incluso desorientado, lo cual es raro, bien raro. Así que empecé a vagar por todo el cementerio de Grafham, mientras la iglesia permanece cerrada por obras. Llegué a la esquina del fondo, pero a la de la derecha, y allí había una tumba. Pero no ponía lo que tenía que poner, no, aunque me fijé y en realidad eran dos tumbas en tierra. Si fuera la primera vez que viese algo similar, seguro que me habría impactado, pero yo buscaba la otra. ¡Y no estaba!

Tuve que volver al castillo, mirar en el ordenador y comprobar que sí, que yo tenía razón, y que además las tumbas -me aseguré para tranquilizarme- no desaparecen así por las buenas. Me fijé en las que estaban al lado y regresé a Grafham. Busqué las cercanas y al fin di con la mía: Andrew y Muriel. Pero alguien hizo cambios profundos: tenían ahora una inscripción que aguantará cientos de años, y no madera. Informaban de que Andrew había vivido 61 años y Muriel 96. Pero sus deudos habían anulado, sin duda con toda la buena intención del mundo, aquello por lo que Andrew y Muriel se habían ganado mi cariño sin haberlos conocido jamás: en ningún lado de la piedra aparece la palabra que en la madera daba sentido a la vida de ambos: “Reunited”. Que Deus os teña onde os ten.