La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Grañanova (Meira). Este país tiene sus paradojas. Miles de bares y chiringuitos y de repente no encuentro ni uno. Estoy pisando el monte de A Marronda, municipio lucense de O Cádavo, y admito que no resultaría normal encontrarme un mesón por ese monte que me impresionó, pero no tanto como pensaba antes de salir de casa en mi viejo, viejísimo, Land Rover que acabará dejándome la espalda con textura de puré. Y sin duda no me impresiona porque mis conocimientos de botánica rozan la negatividad absoluta. Algún defecto debía de tener… Pero sí, el monte está bien, el bosque es bonito y sobre todo el contraste entre estas especies autóctonas en las que ya se cuela el eucalipto y sus vecinos es para reír o llorar, depende de cómo se lo tome uno.

Total, que he arrancado hacia el norte esperando encontrar algún sitio donde meterme algo entre pecho y espalda, por la sencilla y comprensible razón de que he desayunado a las siete menos cuarto de la mañana y el reloj marca la una y media. Va siendo hora. Pero no, no hay nada. Nada. O sea, cero. De modo que kilómetro tras kilómetro me acerco a Casa Cazoleiro con la esperanza de que no esté cerrada. Y no lo está. No hay mucha gente pero Álvaro, el dueño y viejo amigo, no para de un lado para otro. Siempre he pensado que este hombre no puede estar quieto.

Y así, entre oporto y jamón, con chorizo y fabada, transcurre la charla, siempre grata con él. Tiene proyectos, como siempre. Sigue hablando con mucho amor de los caballos con los que organiza rutas y le noto un tono de disgusto al referirse a los usuarios de los quads. Del paint ball no dice ni una palabra ni yo le pregunto, porque no encuentro cosa más tonta que jugar a la guerra, que es lo único que jamás puede ser un juego (junto con el pasar hambre). Se nota que le va bien y se lo digo. Reconoce que aguanta el tirón mejor que otros, pero confiesa que es a golpe de horas y más horas de trabajo. Y le creo. Pero también creo que de vacaciones totales Álvaro se aburriría. Y hacen falta muchos como él para sacar esta Galicia adelante.