La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Durante esta nueva estancia en Mondoñedo con una tropa de alumnos de Turismo -que han contado realmente muy bien en su blog Minimundos– he vuelto a darme de bruces con la realidad, terca, que algunos políticos de estrechas miras entienden inmutable. Por ejemplo, el concejal responsable de Turismo y, por añadidura, el alcalde. Con el primero había hablado tiempo ha, con el segundo no. Y me había dicho aquél, y sigue cumpliéndolo, que evitar que la magnífica plaza de la catedral sea un aparcamiento público y gratuito implicaba cambiar el tráfico y que eso era mucho bacalao que cortar. ¡Qué pecado, madre mía! Yo había salido de aquel muy breve encuentro convencido de que el concejal de Turismo debía de dedicarse a otros menesteres. El PP ya se había mostrado incapaz de acometer una cosa tan sencilla que redundaría en favor del menguado turismo local. Y, quizás también por eso, la ciudadanía le había dado una patada en el trasero en las anteriores municipales y había colocado en el poder al BNG… que siguió demostrando que no entienden de turismo (¿por qué está paralizado el barrio de Os Muíños, por cierto, una joya local si se maneja bien?). A algún bárbaro, no sé de qué partido, se le había ocurrido incluso levantar toda la plaza y construir ahí… ¡un aparcamiento subterráneo! O sea, paranoia pura, ignorancia brutal de por dónde va el futuro de las ciudades pequeñitas pero con mucho jugo como Mondoñedo.

En fin, que usted no puede pasear ante la catedral mindoniense porque los coches le pueden llevar al niño por delante ni hacerse una foto en el lugar donde la cabeza del mariscal Pardo de Cela acabó dando botes por el suelo diciendo «credo, credo, credo» segundos después de haber sido separada del tronco merced al eficaz trabajo del verdurgo.

¿Exagero? Vuelva a mirar las fotos que acompañan este texto. Porque resulta que la de arriba corresponde al aparcamiento situado frente al seminario, siempre semivacío cuando no casi por completo. La de abajo a la plaza de la catedral, siempre llena. ¿Saben el señor alcalde y el señor concejal de turismo qué distancia hay entre uno y otro? Contados por mis humildes pasos, 70 metros. Lo que pasa es que hay que tener visión para gobernar y liderazgo. Y en Mondoñedo no abunda ni lo uno ni lo otro, no.