La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Santiago de Compostela. Llegué. Y me encuentro en un estado poco recomendable. Al menos visual y olfativamente. La chavalada de la Ruta Quetzal arrancó hoy de Padrón rumbo a Compostela y aquí llegó como una lechuga. Y yo, que no di ni un paso sino que anduve arriba y abajo en el Land Rover, orientando lo que podía y sabía, estoy para el arrastre.

Mis tres momentos de gloria fueron ante la iglesia de Iria Flavia, ante la de A Escravitude y en la carballeira de Francos. Ahí les solté mi rollito, aunque cierto es que ni Chucho Garrido ni Jesús Luna -un tipo que me impresionó- me dejaron hablar más de 7 u 8 minutos de cada vez. Pero bueno, espero que algo más hayan aprendido estos futuros dirigentes de este planeta. Porque el ambiente era bueno, el interés máximo y la ilusión, toda.

Luego hice hasta de enfermero. El colega del mexicano «Excelsior» tuvo a bien sufrir un esguince o lo que sea en un pie, y allá fui a recogerlo al albergue de Teo y acabamos en el hospital, coincidiendo adrede con Virginia, a quien sólo conocía yo de mails. Y del hospital, a escribir esto y a casa. Antes llamo a Chucho y le pregunto dónde están: «Entrando en el centro de Santiago, y no vamos a la Alameda, sino al Obradoiro». «Oye, que andan por allí los Reyes y no os dejan pasar con mochilas». «Pues yo creo que nos ametrallarán», remata socarrón.

Todavía no he oído el sonido de las metralletas. Tiempo al tiempo, porque ésta de la Quetzal es gente animada para todo…