La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Moussy le Vieux. Dos cosas más me hacen sentir envidia de los franceses. Una de ellas es el ver cómo tienen sus bosques a tiro de piedra de ese caos llamado París. Perfectamente delimitados, todo lo más cortados por el ancho de una carretera, naturaleza pura a diestro y siniestro. Nadie vierte basura en ellos, nadie hace barbaridades estéticas y el vecindario está contento y orgulloso de su bosque. Como además por estos pagos no se ve ni un pino ni un eucalipto, la vista es gozosa.

La otra es el activismo de los maestros. Vaya uno a donde vaya (museo, parque infantil, parque de atracciones o algo semejante) se ven grupos de alumnos de 4 años en adelante con sus profes. Los llevan a todas partes, por lo menos en el mes de junio. Y los niños tienen un comportamiento formal ejemplar: tratan a todo el mundo de usted, se dirigen a los mayores calificándoles de «señor» o «señora», dando siempre las gracias, pidieron por favor… Incluso los maestros les enseñan a mantener la fila cuando procede hacer una, algo que les cuesta asimilar, visto lo visto en los adultos.

Releyéndome -una mala costumbre en la que no hay que prodigarse- creo que he sido crítico con justicia de muchas de las cosas que he sufrido estos días. Conste, en la misma medida, mi admiración por los bosques y los mestros franceses.