La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Aeropuerto de Barajas. Vuelvo a pisar el aeropuerto de Arlanda, en Estocolmo, 35 años y medio después de haberlo hecho la primera y hasta ahora última vez. No me acuerdo de nada, claro, excepto muy vagamente. de la sala de recogida de equipajes (que quizás confunda con otra similar). Además había llegado de noche y ahora el avión de Finnair aterrizó a la una y diez de la tarde en medio de mucha nieve pero no tanta como para decir nada más de ella.

Las dos suecas que comen a mi lado no habían nacido cuando estuve aquí. Es de suponer que entonces Arlanda sería un aeorpuerto moderno, y ahora también lo es. Por lo demás, el sitio donde estamos los que esperamos media docena de aviones es reducido y no hay muchas cosas en las que entretenerse, excepto internet (de pago), una tienda con lo de siempre y un bar. Eso sí, todo muy limpio y organizado. Normal en Suecia.

El choque se produce cuando se desciende en la magnífica T4 de Barajas (sin duda alguna, una de las mejores terminales del mundo, impresionante) y lo primero que se ve son unos carteles de enorme tamaño con fotos de niños pidiendo a sus madres que denuncien casos de malos tratos y otros dos formatos de semejante calaña. Tres chicas extranjeras se quedan mirándolos mientras caminan despacio y una de ellas, que parece que entiende algo de español, les dice a las otras en inglés: «¡Ah! Es porque en España todos los hombres pegan a sus mujeres». Esa es la imagen que damos. La España decimonónica. Tétrico, exagerado, inadmisible.