La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Oulu (Finlandia). Hay dos sitios que siempre que puedo –insisto en lo de siempre- visito: el mercado y la (o las) biblioteca pública. Uno y otra dan la medida de lo que es la localidad en cuestión. No he hecho una excepción en Oulu y, tras la consabida conferencia de hoy (más oyentes que en la de ayer, con cuatro repetidores que al parecer quieren saber más sobre el Camino de Santiago), encaminé los pasos a un McDonald’s por aquello de comer algo rápido con el fin de aprovechar luego el tiempo.
Así que la siguiente parada fue el mercado, obviamente cubierto porque estábamos y estamos bajo cero las 24 horas del día. Un buen montón de puestos ocupan el edificio donde hacía una temperatura muy agradable. Poco jolgorio, bastante gente alguna tomando café, suelo muy limpio, amabilidad y charla. No entiendo eso de que los finlandeses son callados, o al menos no desde mi personal punto de vista. “Si no tienes algo importante que decir, no hables”, suelen comentar. Pues debe de ser que tienen muchas cosas importantes que transmitir, porque en ningún momento da ésta la imagen de ser una sociedad silenciosa o triste. Por ejemplo, no tanto como Suecia.
De manera que decido no comprar unos preciosos calcetines hechos a mano (algo popular, pero son 16 euros y no anda mi cartera boyante), me hago con un queso francés de muy buena pinta y otro finlandés ahumado que ídem, y a patear la nieve.
A la siguiente parada. A las 4 empieza a hacerse de noche y quiero ver la biblioteca de día, con gente (a esa hora empiezan a cenar aquí, aunque en todas partes hay retrasados y no falta quien se siente a la mesa a la tardía hora de las 5).
Grande, enorme y pobladísima de personal que habla. Eso del silencio sepulcral en las bibliotecas no rige en ninguno de los países nórdicos. En este organizado laberinto donde resulta imposible no ver ordenadores hay rincones donde la gente estudia y a nadie se le ocurre abrir la boca, claro. Pero en general el personal se saluda, comenta, pilla un periódico, se muestra el libro que va a llevarse… un centro social inundado de cultura en el que no faltan adolescentes con MP3, funcionarias (casi todas mujeres, sí) con la misma cara de bibliotecaria que en España (ya sé que esto va a levantar ampollas), mochilas pequeñas (tantas como usuarios de la biblioteca) y juventud, mucha juventud. Y un detalle que me anima y que en España no es así: todo el suelo es de madera, cálida madera, caliente madera sobre la que se sientan y hasta se revuelcan, jugando, los niños en el espacio destinado a ellos. Porque este es también su territorio, y en Finlandia nadie, ni ellos, eleva la voz ni grita.