La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Päivölä (Finlandia). El viaje de casi dos horas desde Helsinki a Päivölä (pronúnciese Páivola) no lo hubiera hecho el volante. No hubiera sido capaz, vamos. Toda la autopista llena de nieve, fea y gris por la sal y el barro, visibilidad escasa. A los finlandeses todo eso les trae al pairo, y el C4 llega a los 120 por hora. Los tres últimos kilómetros discurren por una carretera de cuarto orden y no está limpia: más nieve y, sorpresa esperada, hielo. La misma indiferencia al volante con, lógicamente, menos velocidad.
A la llegada nadie comenta nada del tiempo excepto para decir, así de pasada, que es muy bueno, que lo único malo es que a las 5 ya es de noche (4 en España, aunque amanece algo antes), cuestión que tiene arreglo día a día.

Päivölä se define como un complejo no muy grande, de una decena de edificios. Habitaciones muy sencillas y humildes, y ya no digamos los cuartos de baño. Comedor acogedor. Pero wi fi como un cañón hasta en la última esquina.

Hasta aquí se han llegado hoy cuatro decenas de profesores de español en Finlandia, entre otras cosas para oírme pontificar mañana sobre el Camino de Santiago. Porque resulta que en los textos se estudia el Camino, y no sólo hay gente que lo ha pisado sino que todos saben decir algo de él. Repito: esto es Päivölä, en algún lugar perdido, muy perdido, de Finlandia. ¡Y saben del Camino!