La Voz de Galicia
Escritos de Galicia y resto del planeta
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Red Natura del río Tambre. Por motivos laborales no pude asistir el pasado viernes a la cena homenaje a Pencha Santasmarinas en el hotel monumento San Francisco, en Santiago. Y bien que lo sentido. Sobre todo por no encontrarme entre los 255 que fueron a recordar que se jubiló no sólo una luchadora por los derechos de los habitantes del mundo rural gallego, sino, sobre todo, una gran persona. Amigos tiene un montón, como se puede deducir.

Lo sentí también por el mero hecho de no estar una vez más en el hotel monumento y comprobar la evolución de su cocina. En primer lugar, el establecimiento es, paradójicamente, un lugar lujoso y elegante. Y digo paradójicamente porque se trata de un edificio cuyos orígenes están en el deseo del humilde San Francisco de fundar una sencilla comunidad religiosa en Compostela, ciudad que visitó. Pero quién te ha visto y quién te ve: impecable. Ya la entrada, con la pequeña excavación arqueológica bajo los pies, metacrilato por medio, anuncia el gran respeto por el pasado que fue uno de los ejes de la rehabilitación. El claustro, muy bien aprovechado.

¿Y la cocina? Algunos de los asistentes me comentaron que en evolución. Porque no es fácil dar de comer a una tropa semejante con algo diferente de callos, marisco y demás ornamentos nupciales tan queridos por Galicia adelante. Alabanzas sobre todo para la minitostada con salmón y huevas, el tomate cherry relleno de queso y nuez coronándolo, y la carrillera como plato principal.